
En este día los cristianos tenemos que recordar y vivir la presencia y la misión propia del Espíritu de Dios en la obra de la redención. El don del Espíritu santo es la gran promesa y como el gran objetivo de la obra de Jesús en el mundo. El Espíritu Santo es el amor de Dios subsistente y operante. Como Hijo de Dios que es, Jesús vive revestido, santificado, guiado y sostenido por el Espíritu Santo; el Espíritu Santo que es el amor del Padre operante, es también el Espíritu del Hijo. El amor filial y la piedad consumada de Jesús son el fruto del Espíritu en su corazón de hombre. Por eso, Él quiere darnos su mismo Espíritu, para hacernos hijos de Dios. El Espíritu de Dios es el pricipio y la fuente secreta de nuestra vida cristiana. Él nos hace crecer en el conocimiento y el amor de Dios, él nos santifica y nos llena ya ahora de los bienes de la vida celestial. El Espíritu Santo presente y actuante en nuestros corazones nos configura con Jesús.
En la Eucaristía vivimos el continuo pentecostés de la Iglesia. Unidos a Jesús recibimos el Espíritu Santo, que transforma nuestro interior, nos hace hijos de Dios y testigos de su presencia en el mundo con nuestra vida, con nuestra fraternidad, con nuestras buenas obras. La iglesia de Jesús no puede ser una iglesia callada ni acobardada.
¡FELIZ DÍA DE PENTECOSTÉS A TODOS! QUE EL SEÑOR OS BENDIGA.
Emiliano Nguema. Vicario parroquial
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