domingo, 9 de diciembre de 2012

Cáritas parroquial: Mercadillo benéfico - Navidad 2012

MERCADILLO BENEFICO DE NAVIDAD 2012


Como complemento a la recogida de alimentos, vamos a llevar a cabo
un Mercadillo Benéfico de Navidad. Mercadillo que es el tercer año consecutivo que se celebra, en el que se ponen a la venta una variedad de artículos hechos a mano por personas que colaboran con Caritas.

Este año además, jóvenes que han recibido la Confirmación en nuestra parroquia y han decidido prolongar con catequesis de Pos-Confirmación su crecimiento en la Fe de Cristo, han decidido colaborar activamente elaborando ellos mismos artículos que se pondrán a la venta y cuyo beneficio han decidido donar a Caritas.

A todos les damos las gracias por su colaboración, y os emplazamos al domingo día 16 y 23 de Diciembre por la mañana, antes y después de misa, en la puerta de la Parroquia.

Que El Señor os bendiga a todos y nos colme de Amor y Paz esta Navidad. 

Caritas Parroquial Beato Álvaro de Córdoba


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jueves, 6 de diciembre de 2012

El Adviento en los Santos Padres de la Iglesia

Las dos venidas de Cristo

Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una segunda, mucho más magnífica que la anterior. La primera llevaba consigo un significado de sufrimiento; esta otra, en cambio, llevará la diadema del reino divino. Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad; otro, de la Virgen, en la plenitud de los tiempos. Es doble también su descenso: el primero, silencioso, como la lluvia sobre el vellón; el otro, manifiesto, todavía futuro. En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado, y escoltado por un ejército de ángeles.

No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la futura. Y, habiendo proclamado en la primera: Bendito el que viene en nombre del Señor, diremos eso mismo en la segunda; y, saliendo al encuentro del Señor con los ángeles, aclamaremos, adorándolo: Bendito el que viene en nombre del Señor.

El Salvador vendrá, no para ser de nuevo juzgado, sino para llamar a su tribunal a aquellos por quienes fue llevado a juicio. Aquel que antes, mientras era juzgado, guardó silencio refrescará la memoria de los malhechores que osaron insultarle cuando estaba en la cruz, y les dirá: Esto hicisteis y yo callé.

Entonces, por razones de su clemente providencia, vino a enseñar a los hombres con suave persuasión; en esa otra ocasión, futura, lo quieran o no, los hombres tendrán que someterse necesariamente a su reinado.

De ambas venidas habla el profeta Malaquías: De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis. He ahí la primera venida.

Respecto a la otra, dice así: El mensajero de la alianza que vosotros deseáis: miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata.

Escribiendo a Tito, también Pablo habla de esas dos venidas, en estos términos: Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres; enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Ahí expresa su primera venida, dando gracias por ella; pero también la segunda, la que esperamos.

Por esa razón, en nuestra profesión de fe, tal como la hemos recibido por tradición, decimos que creemos en aquel que subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Vendrá, pues, desde los cielos, nuestro Señor Jesucristo. Vendrá ciertamente hacia el fin de este mundo, en el último dia, con gloria. Se realizará entonces la consumación de este mundo, y este mundo, que fue creado al principio, será otra vez renovado.

De la Catequesis de San Cirilo de Jerusalén, Obispo
(Catequesis 15, 1-3: PG 33, 870-874)

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lunes, 3 de diciembre de 2012

Catequesis del Papa Juan Pablo II para el Adviento - 29 de noviembre de 1978

En espera del Señor
1. Si bien el tiempo litúrgico de Adviento no comienza hasta el domingo próximo, deseo empezar a hablaros hoy de este ciclo.
Estamos ya habituados al término «adviento»; sabemos qué significa; pero precisamente por el hecho de estar tan familiarizados con él, quizá no llegamos a captar toda la riqueza que encierra dicho concepto.
Adviento quiere decir «venida».
Por lo tanto, debemos preguntarnos: ¿Quién es el que viene?, y ¿para quién viene?
En seguida encontramos la respuesta a esta pregunta. Hasta los niños saben que es Jesús quien viene para ellos y para todos los hombres. Viene una noche en Belén, nace en una gruta que se utilizaba como establo para el ganado.
Esto lo saben los niños, lo saben también los adultos que participan de la alegría de los niños y parece que se hacen niños ellos también la noche de Navidad. Sin embargo, muchos son los interrogantes que se plantean. E1 hombre tiene el derecho, e incluso el deber, de preguntar para saber. Hay asimismo quienes dudan y parecen ajenos a la verdad que encierra la Navidad, aunque participen de su alegría.
Precisamente para esto disponemos del tiempo de Adviento, para que podamos penetrar en esta verdad esencial del cristianismo cada año de nuevo.
 

Dios y el hombre
2. La verdad del cristianismo corresponde a dos realidades fundamentales que no podemos perder nunca de vista. Las dos están estrechamente relacionadas entre sí. Y justamente este vínculo íntimo, hasta el punto de que una realidad parece explicar la otra, es la nota característica del cristianismo. La primera realidad se llama «Dios», y la segunda, «el hombre». El cristianismo brota de una relación particular recíproca entre Dios y el hombre. En los últimos tiempos —en especial durante el concilio Vaticano II— se discutía mucho sobre si dicha relación es teocéntrica o antropocéntrica. Si seguimos considerando por separado los dos términos de la cuestión, jamás se obtendrá una respuesta satisfactoria a esta pregunta. En efecto, el cristianismo es antropocéntrico precisamente porque es plenamente teocéntrico; y al mismo tiempo es teocéntrico gracias a su antropocentrismo singular.
Pero es cabalmente el misterio de la Encarnación el que explica por sí mismo esta relación.
Y justamente por esto el cristianismo no es sólo una «religión de adviento», sino el Adviento mismo. El cristianismo vive el misterio de la venida real de Dios hacia el hombre, y de esta realidad palpita y late constantemente. Esta es sencillamente la vida misma del cristianismo. Se trata de una realidad profunda y sencilla a un tiempo, que resulta cercana a la comprensión y a la sensibilidad de todos los hombres y sobre todo de quien sabe hacerse niño con ocasión de la noche de Navidad. No en vano dijo Jesús una vez: «Si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18, 3).
 
El ateísmo
3. Para comprender hasta el fondo esta doble realidad de la que cada día late y palpita el cristianismo, hay que remontarse hasta los comienzos mismos de la Revelación o, mejor, hasta los comienzos casi del pensamiento humano.
En los comienzos del pensar humano pueden darse concepciones diferentes; el pensar de cada individuo tiene la propia historia en su vida, ya desde la infancia. Sin embargo, hablando del «comienzo» no nos proponemos tratar propiamente de la historia del pensamiento. En cambio, queremos dejar constancia de que en las bases mismas del pensar, es decir, en sus fuentes, se encuentran el concepto de «Dios» y el concepto de «hombre». A veces están recubiertos por un estrato de otros muchos conceptos distintos (sobre todo en la actual civilización, de «cosificación materialista» e incluso «tecnocrática»); pero ello no significa que aquellos conceptos no existan o no estén en la base de nuestro pensar. Incluso el sistema ateo más elaborado sólo tiene un sentido en el caso de que se presuponga que conoce el significado de la idea de «Theos», es decir, Dios. A este propósito, la constitución pastoral del Vaticano II nos enseña justamente que muchas formas de ateísmo se derivan de que falta una relación adecuada con este concepto de Dios. Por ello, dichas formas son, o al menos pueden serlo, negaciones de algo o, más bien, de Algún otro que no corresponde al Dios verdadero.
 
En los comienzos de la Revelación
4. El Adviento —en cuanto tiempo litúrgico del año eclesial— nos remonta a los comienzos de la Revelación. Y precisamente en los comienzos nos encontramos en seguida con la vinculación fundamental de estas dos realidades: Dios y el hombre.
Tomando el primer libro de la Sagrada Escritura, esto es el Génesis, se comienza leyendo estas palabras: Beresit bara: «Al principio creó... » . Sigue luego el nombre de Dios, que en este texto bíblico suena «Elohim». A1 principio creó, y el que creó es Dios. Estas tres palabras constituyen como el umbral de la Revelación. A1 principio del libro del Génesis se define a Dios no sólo con el nombre de «Elohim»; otros pasajes de este libro utilizan también el nombre de «Yavé». Habla de Él aún más claramente el verbo «creó». En efecto, este verbo revela a Dios, quién es Dios. Expresa su sustancia, no tanto en sí misma cuanto en relación con el mundo, o sea con el conjunto de las criaturas sujetas a las leyes del tiempo y del espacio. El complemento circunstancial «al principio» señala a Dios como Aquel que es antes de este principio, Aquel que no está limitado ni por el tiempo ni por el espacio, y que «crea», es decir, que «da comienzo» a todo lo que no es.
Dios, lo que constituye el mundo visible e invisible (según el Génesis: el cielo y la tierra). En este contexto, el verbo «creó» dice acerca de Dios, en primer lugar, que Él mismo existe, que es, que É1 es la plenitud del ser, que tal plenitud se manifiesta como Omnipotencia, y que esta Omnipotencia es a un tiempo Sabiduría y Amor. Esto es lo que nos dice de Dios la primera frase de la Sagrada Escritura. De este modo se forma en nuestro entendimiento el concepto de «Dios», si nos queremos referir a los comienzos de la Revelación.
Sería significativo examinar la relación en que está el concepto de «Dios», tal como lo encontramos en los comienzos de la Revelación, con el que encontramos en la base del pensar humano (incluso en el caso de la negación de Dios, es decir, del ateísmo). Pero hoy no nos proponemos desarrollar este tema.
 
Las bases del cristianismo
5. En cambio, sí queremos hacer constar que en los comienzos de la Revelación —en el mismo libro del Génesis—, y ya en el primer capítulo, encontramos la verdad fundamental acerca del hombre, que Dios (Elohim) crea a su «imagen y semejanza». Leemos en él: «Díjose entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza» (Gén 1, 26), y a continuación: «Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra» (Gén 1, 27).
Sobre el problema del hombre volveremos el miércoles próximo. Pero hoy debemos señalar esta relación particular entre Dios y su imagen, es decir, el hombre.
Esta relación nos ilumina las bases mismas del cristianismo.
Nos permite además dar una respuesta fundamental a dos preguntas: primera, ¿qué significa «el Adviento»?; y segunda, ¿por qué precisamente «el Adviento» forma parte de la sustancia misma del cristianismo?
Estas preguntas las dejo a vuestra reflexión. Volveremos sobre ellas en nuestras meditaciones futuras y más de una vez. La realidad del Adviento está llena de la más profunda verdad sobre Dios y sobre el hombre.

Catequesis del Papa Juan Pablo II
29 de noviembre de 1978

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domingo, 2 de diciembre de 2012

Cáritas parroquial: Campaña de recogida de alimentos - Navidad 2012

CAMPAÑA DE NAVIDAD DE RECOGIDA DE ALIMENTOS 2012

Queridos hermanos en Cristo: un año más coincidiendo con el tiempo litúrgico del Adviento, que nos llevará a celebrar la venida de Nuestro Señor Jesucristo, nuestra Caritas Parroquial va a poner en marcha una campaña de recogida de alimentos para compartir con los más necesitados. Sabemos que los momentos que vivimos en la actualidad son difíciles, pero con la colaboración de todos, en la medida en que nuestras posibilidades lo permitan, podemos ayudar a muchas personas, cada vez más, que se encuentran en circunstancias muy difíciles y solicitan el alimento básico diario para subsistir.

Los alimentos se pueden entregar en la sacristía de la parroquia o en los salones parroquiales (entrada a la derecha de la puerta principal del templo).

Caritas Parroquial Beato Álvaro de Córdoba

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sábado, 1 de diciembre de 2012

Vivir cada día de nuestra vida como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Libro de Jeremías 33,14-16. // Salmo 25(24) // Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,12-13.4,1-2. // Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.

El Domingo pasado,terminó el Ciclo Litúrgico “B” con la Fiesta de Cristo Rey, pero las lecturas de este primer domingo de Adviento, al comienzo del Ciclo “C”, siguen en la misma tónica de los últimos domingos del Tiempo Ordinario. Parece que las lecturas se estén repitiendo. Y es que el Año Litúrgico comienza con la venida de Cristo y termina con la venida Cristo.

De ahí que se le llame a Cristo el Alfa y la Omega, el principio y fin de todo. De ahí que la Liturgia de Adviento, preparatoria de la Navidad, nos lleve constantemente de la primera venida de Cristo (Natividad=Navidad) a su segunda venida en gloria (Parusía).

“Yo haré nacer del tronco de David un vástago santo, que ejercerá la justicia y el derecho en la tierra” (Jr. 33, 14-16). Es sólo una frase tomada de la Primera Lectura del Profeta Jeremías. Aquí se nos muestran las dos venidas, Cristo Encarnado y el Cristo glorioso al final de los tiempos. Es una muestra -en una sola frase- del vaivén de la Liturgia de Adviento entre la primera y la segunda venida de Cristo. Y esto no sucederá sino al final de los tiempos cuando venga a establecer su reinado definitivo sobre la humanidad.

La salvación de la humanidad la obtuvo Cristo durante su vida en la tierra, más específicamente con su pasión, muerte y resurrección. Pero esa salvación se realizará sólo en aquéllos que aprovechen los méritos de Cristo, al responder con su sí a la Voluntad Divina.

Y esa salvación se realizará plenamente sólo al fin de los tiempos cuando, como nos dice el Evangelio de hoy (Lc. 21, 25-28.34-36) “verán venir al Hijo del hombre en una nube, con gran poder y majestad”

En la Navidad -es cierto- celebramos la venida de Cristo en la historia, cuando comenzó su reinado. Celebramos el cumpleaños de Jesús -y eso nos pone alegres y festivos. Por esa razón la Navidad es época de alegría y regocijo. Pero esa primera venida de Cristo -como un niño, el Niño Jesús nacido en Belén de Judá- nos recuerda que su reino comenzó hace 2012 años, que ese Reino se va instaurando en cada corazón que cumple la Voluntad Divina, y que ese Reino se realizará plenamente cuando El mismo vuelva en la Parusía y ponga todas las cosas en su lugar.

Nuestra vida -toda nuestra vida- debiera ser un continuo “adviento”, una continua preparación a la segunda venida de Cristo, que pudiera sorprendernos en cualquier momento, igual que pudiera sorprendernos en cualquier momento nuestra propia muerte. De ninguna de las dos cosas -ni de nuestra muerte ni de la segunda venida de Cristo- sabemos el día ni la hora. Por eso hay que estar siempre preparados.

Y ¿qué significa esa “preparación”? Podríamos resumirla en las palabras de San Francisco de Sales: “vivir cada día de nuestra vida como si fuera el último día de nuestra vida en la tierra”.

Y ... ¿vivimos así? ... ¿O más bien evadimos pensar en esa realidad, tan cierta como segura, del final de nuestra existencia o del final de los tiempos, cuando venga Cristo en la Parusía?

Creo que más bien "pasamos" de este tema, procuramos vivir lo mejor posible, como si ese día no llegara nunca...Esa no es la actitud cristiana. La vida es el único pasaporte a la Vida Eterna. Debemos estar vigilantes, preparados...y llenos de la Gracia de Dios.

El Adviento es tiempo de preparación, de espera...

Feliz día del Señor. Mi bendición para todos.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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martes, 27 de noviembre de 2012

Sobre la particular responsabilidad de los laicos en el ámbito civil

Igualmente coordinen los laicos sus fuerzas para sanear las estructuras y los ambientes del mundo cuando inciten al pecado, de manera que todas estas cosas sean conformes a las normas de la justicia y más bien favorezcan que obstaculicen la práctica de las virtudes. Obrando de este modo, impregnarán de valor moral la cultura y las realizaciones humanas. Con este proceder simultáneamente se prepara mejor el campo del mundo para la siembra de la palabra divina, y a la Iglesia se le abren más de par en par las puertas por las que introducir en el mundo el mensaje de la paz.

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sábado, 24 de noviembre de 2012

Solemnidad de Cristo Rey del Universo 2012

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO

Lecturas: Daniel 7,13-14 // Salmo 93(92) // Apocalipsis 1,5-8 // Juan 18,33b-37

Con esta fiesta de Jesucristo Rey del Universo concluimos el presente Año Litúrgico, para comenzar el próximo domingo con el Adviento, la preparación para la Navidad.

Las lecturas de hoy, nos hablan del reinado de Cristo. El Evangelio nos trae el interrogatorio de Pilatos a Jesús y sus respuestas. Poco, poquísimo, habló Jesús en el injustísimo juicio sumario a que fue sometido, pero algo de lo que sí habló fue de su Reino, el Reino del cual El es Rey.

“Tú lo has dicho. Sí soy Rey ... Pero mi Reino no es de aquí, no es de este mundo” (Jn. 18, 33-37), fue la respuesta que dio Jesús, cuando Pilatos quiso precisarlo para ver si, tal como estaba siendo acusado, pretendía ser rey de los judíos.

Y, efectivamente, Jesús no es rey de este mundo. El mismo lo dijo durante ese interrogatorio acelerado que tuvo lugar antes de ser condenado a muerte: “Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos”.

Los reinos de este mundo son temporales por más largos que sean, pues aún los vitalicios terminan algún día y son sustituidos por otros. Los reinos de este mundo son limitados, porque por más que ocupen grandes territorios y ejerzan influencia en la tierra entera, tienen como límite sus fronteras o las fronteras hasta donde llegue su influencia y su poder. Por más poderosos que se crean los reyes de la tierra, su poder es limitado en el tiempo y en el espacio.

Cristo no vino a establecer un reino así. Su reinado será diferente a los reinos de la tierra. Su reino será como es Dios: eterno e infinito, sin límite de tiempo ni de espacio. Su reino nunca se acabará y su reino nunca será destruido. Y ese reino ya comenzó, pero será establecido definitivamente y para siempre en la Parusía, en su segunda venida en gloria. Pero ¿cómo será ese momento cuando Cristo venga a establecer su Reino? La Sagrada Escritura, en boca de Jesús o de los antiguos profetas y en la pluma de los Apóstoles, nos trae repetidas descripciones de esa segunda venida de Cristo:

“Vi a alguien semejante a un hijo de hombre, que venía entre las nubes del cielo”, leemos en la Primera Lectura del Profeta Daniel.
“Entonces veréis venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad” (Mc. 13, 26), nos decía el mismo Jesús en el Evangelio del domingo pasado.

Será ése el momento de la llegada definitiva del reino de Cristo, aquel Reino que El mismo refirió a Pilatos y del que tanto habló en sus predicaciones cuando estuvo en la tierra. He aquí algunas citas de Jesús sobre su Reino:

“Buscad primero el reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura” (Mt. 6, 33).

“No es el que dice ¡Señor! ¡Señor! el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt. 7, 21).

“Os aseguro que si no volvéis a ser como niños, no podréis entrar al Reino de los Cielos” (Mt. 18, 3).

El Reino de Dios, plenamente, se instaurará al final de los tiempos. Ahora tenemos que vivir de tal manera que lo vayamos acercando a los que nos rodean. Nuestro obrar debe ser testimonio de obediencia a Cristo, Rey de nuestras vidas, Rey del Universo.

Dejemos que Cristo sea el verdadero Rey de nuestra existencia. No adoremos a nadie más que a Él, no adoremos a los falsos reyes de nuestro mundo: dinero, poder, placer, tener... todo eso se queda aquí. el reino que se prolonga hasta la eternidad es el Reino de Cristo.

Que Dios nos conceda a todos ser verdaderos súbditos de Cristo, Nuestro Rey. Feliz día del Señor a todos. Que Dios os bendiga

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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jueves, 22 de noviembre de 2012

La distribución de la Sagrada Comunión

Publicamos estos números de la Instrucción REDEMPTIONIS SACRAMENTUM para que veamos la importancia que le da la Iglesia al momento de recibir la Sagrada Comunión y para que lo vivamos con más fe y amor cada día. Gracias por hacerlo siempre así.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

INSTRUCCIÓN REDEMPTIONIS SACRAMENTUM

Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía

2. LA DISTRIBUCIÓN DE LA SAGRADA COMUNIÓN.

[88.] Los fieles, habitualmente, reciban la Comunión sacramental de la Eucaristía en la misma Misa y en el momento prescrito por el mismo rito de la celebración, esto es, inmediatamente después de la Comunión del sacerdote celebrante.[172] Corresponde al sacerdote celebrante distribuir la Comunión, si es el caso, ayudado por otros sacerdotes o diáconos; y éste no debe proseguir la Misa hasta que haya terminado la Comunión de los fieles. Sólo donde la necesidad lo requiera, los ministros extraordinarios pueden ayudar al sacerdote celebrante, según las normas del derecho.[173]

[89.] Para que también «por los signos, aparezca mejor que la Comunión es participación en el Sacrificio que se está celebrando»,[174] es deseable que los fieles puedan recibirla con hostias consagradas en la misma Misa.[175]

[90.] «Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos», con la confirmación de la Sede Apostólica. «Cuando comulgan de pie, se recomienda hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida reverencia, que deben establecer las mismas normas».[176]

[91.] En la distribución de la sagrada Comunión se debe recordar que «los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos».[177] Por consiguiente, cualquier bautizado católico, a quien el derecho no se lo prohiba, debe ser admitido a la sagrada Comunión. Así pues, no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie.

[92.] Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, [178] si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la sagrada hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano.[179]

[93.] La bandeja para la Comunión de los fieles se debe mantener, para evitar el peligro de que caiga la hostia sagrada o algún fragmento.[180]

[94.] No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz sagrado «por sí mismos, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano».[181] En esta materia, además, debe suprimirse el abuso de que los esposos, en la Misa nupcial, se administren de modo recíproco la sagrada Comunión.

[95.] El fiel laico «que ya ha recibido la santísima Eucaristía, puede recibirla otra vez el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe, quedando a salvo lo que prescribe el c. 921 § 2».[182]

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lunes, 19 de noviembre de 2012

Día de la Iglesia Diocesana 2012 - Ingresos y gastos de la Diócesis de Córdoba

Como cada año, en este mes de noviembre celebramos el Día de la Iglesia Diocesana 2012, concretamente este pasado domingo, día 18. Es frecuente -y necesario- que se inquiera sobre los ingresos de nuestra iglesia y sobre cómo se procede al gasto de los mismos. Para ello, la web de la diócesis de Córdoba ha publicado un excelente artículo informativo y documentos explicándolo con el máximo detalle, a los que añadimos aquellos que en esta web parroquial fueron publicados en su día como explicación de la financiación de la Iglesia en España:

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sábado, 17 de noviembre de 2012

Parusía


XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Daniel 12, 1-3 // Salmo 15 // Hebreos 10, 11-14. 18 // Marcos 13, 24-33.
Queridos hermanos y hermanas:

Icono de la segunda venida de CristoYa acercándonos al final del Año Litúrgico, que termina el 25 de Noviembre, este último Domingo del Ciclo “B”, ciclo que concluye con la Fiesta de Cristo Rey, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre la Parusía.

“Parusía” es una palabra que intriga, -cuando no se conoce su significado- y que tal vez asusta cuando sí se conoce.

En efecto, en su sentido estricto, “Parusía” significa la segunda venida de Cristo. Y eso asusta.

En su sentido más amplio se refiere a la plenitud de la salvación de la humanidad, salvación efectuada ya por Cristo, pero que será completada precisamente con su segunda venida en gloria, cuando venga a establecer su reinado definitivo: ¡Cristo viniendo en la plenitud de su gloria, de su poder, de su divinidad!
Si hace dos mil años Cristo vino como un ser humano cualquiera, en su segunda venida lo veremos tal cual es, “cara a cara” (1 Cor. 13, 12). Será el momento de nuestra definitiva liberación: nuestros cuerpos reunidos con nuestras almas en la resurrección prometida para ese momento final.

En ese momento seremos resucitados y reunidos todos: unos resucitarán para una vida de felicidad eterna en el Cielo y otros para una vida de condenación eterna en el Infierno. En ese momento grandioso, inimaginable, esplendoroso, tal vez el momento más espectacular y más importante de toda la historia humana, habrá “cielos nuevos y tierra nueva” para los salvados. Será el Reinado definitivo de Cristo (cfr. Ap. 21 y 1 Pe. 3, 10-13).

Con esta esperanza se comprende cómo -desde el comienzo de la Iglesia hasta nuestros días- los cristianos, deseosos de volver a ver el rostro glorioso de Cristo, han esperado siempre la Parusía y hasta han creído sentirla muy próxima en algunos momentos de la historia de la humanidad. De ahí que con el deseo de ese momento toda la Iglesia ore con las palabras finales de la Biblia: “Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 20). De hecho en cada Eucaristía aclamamos en el momento de la consagración: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección ¡Ven Señor Jesús!

Es el deseo de todo cristiano que se viva en el mundo el Reino de Dios. Que seamos conscientes de la importancia de nuestra fe vivida en obras de amor, para poder entrar en el Reino Eterno.

Hay una corriente de pensamiento que afirma que como Dios es Padre Infinitamente misericordioso, al final de nuestros días, TODOS, iremos al Cielo. Que sea cual sea nuestra fe, nuestro obrar, nuestra práctica religiosa... al final iremos todos al Cielo. Es una corriente que ya en los primeros siglos sacudió a la Iglesia naciente, es la herejía del Irenismo.

Es muy cierto que Dios es infinitamente Misericordioso, pero es también cierto que es infinitamente Justo y practica la justicia. Y no tendrá el mismo fin aquel que ha vivido las bienaventuranzas que aquel que no sólo no ha creído en Cristo, si no que incluso ha luchado contra Él y su Iglesia.

Las lecturas de este domingo y muchos textos del Evangelio, nos presentan a Jesús hablando muy claramente de la existencia del infierno y de la posibilidad de condenarse por nuestros pecados. Pensad por un momento en el texto del rico Epulón, en el de las doncellas necias, en el de las ovejas y las cabras, etc.

No seamos ingenuos ni tampoco irresponsables, el Evangelio de Cristo hay que asumirlo, creerlo y vivirlo en su integridad. no podemos asumir lo que nos gusta y lo que no nos agrada olvidarlo o incluso negarlo.

Reflexionar sobre el final de nuestra vida es muy positivo, nos sirve para hacer balance de nuestra vida, examen serio de nuestras obras y sentirnos profundamente llamados a la conversión. Que Dios nos conceda a todos vivir siempre preparados y llenos de Gracia para estar bien dispuestos al encuentro con Él.

Que Dios os bendiga a todos. Feliz día del Señor. Feliz domingo. Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿Qué significa "El Señor es mi roca" en los salmos?

El comienzo del Credo (Yo Creo) implica algo más que la profesión de fe. Veamos por qué:

Etimológicamente en hebreo Creer (he’emin) significa "hacerse fuerte sobre". Por eso se habla de Dios como roca que da fortaleza: Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte (Sal 18,3). La fe es el fundamento del pueblo de Dios: Si no creéis, no subsistiréis (Is 7,9)

Por eso, cuando en el Credo decimos Yo Creo, estamos afirmando la confianza en Dios como única fuente de fortaleza.

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sábado, 10 de noviembre de 2012

La viuda de Sarepta

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: 1ºReyes 17, 10-16 // Salmo 145 // Hebreos 9, 24-28 // Marcos 12, 38-44.
Queridos hermanos y hermanas:

El profeta Elias y la viuda de Sarepta. Bernardo Strozzi (1581-1644)En este domingo XXXII del tiempo ordinario, la Palabra de Dios nos presenta el testimonio de dos mujeres. Dos viudas que viven plenamente su confianza en la Providencia Divina y un tremendo compromiso con los más necesitados.

Estamos viviendo momentos de grave crisis, cada día Cáritas y todas las parroquias están ayudando a muchas personas necesitadas. Estamos contemplando situaciones gravísimas de desamparo y necesidad. En esa situación se encontraba la viuda de Sarepta, primera lectura de hoy, sólo le quedaba harina suficiente para hacer un pan, comerlo junto a su hijo y esperar la muerte. Es la pobreza más radical, es el final humanamente. Se acerca el profeta Elías, el hombre de Dios, y le pide que comparta lo poco que tiene y le promete en nombre de Dios que la alcuza de aceite no se vaciará ni la harina se acabará. Fijaos, le pide que lo poco que tiene lo comparta y que confíe radicalmente en la Providencia Divina. Es despojarse de incluso aquello que le hacia falta y confiar en la promesa de Salvación.
La viuda de Sarepta, frente a toda lógica, es capaz de compartir lo poquísimo que tiene: hace un panecillo para el profeta de Dios, Elías, y otro para ella y su hijo. dios premió su generosidad. Le concedió que la vasija de harina no se acabara ni la alcuza de aceite se agotara.

Pensemos por un momento como vivimos nosotros nuestra pobreza, nuestra pérdida de poder adquisitivo fruto de esta crisis, nos agarramos a las seguridades humanas, a las posesiones y a nuestro dinero. No confiamos en la Providencia Divina. Queremos tener todo atado y bien atado. Es cierto que tenemos que procurar honestamente nuestro sustento y el de nuestras familias, pero tenemos que saber compartir con los que están mucho peor que nosotros. Quiero destacar aqui la gran generosidad de miles de personas que colaborar de muchas maneras en las obras de caridad de la Iglesia. Que son capaces de compartir su dinero, su tiempo, sus conocimientos, etc. para ayudar a los más pobres. Creo que es una obligación de todos los cristianos colaborar con las instituciones de la Iglesia dedicadas a socorrer a los necesitados. Es loable la colaboración con otras ONG que actúan en favor de los más pobres con un carácter aconfesional y laico aunque personalmente creo, y digo que es personalmente, que como miembros de la Iglesia debemos colaborar con las ONG de la Iglesia. Sin desmerecer de las demás ni de su labor solidaria.

En el evangelio, la viuda nos da una lección impresionante. Ella NO comparte de lo que le sobra, ella DA lo que poco que tenía. Muchas veces pensamos que como no somos ricos, o no tenemos muchos ingresos, no podemos solucionar las necesidades de los demás. Es un fallo enorme, si cada uno comparte un poquito, se junta una gran ayuda. Creo que nos falta compromiso económico con nuestras parroquias e instituciones eclesiales. Si hacemos números, nos damos cuenta que con un poquito de colaboración de todos podríamos lograr mucho. Por ejemplo, si en una misa de domingo estamos presentes 200 o 300 personas, y cada uno se comprometiera a echar en la canastilla un euro tendríamos una media de 200€ por misa, con cuatro misas que hay el fin de semana, tendríamos casi 1000€ para cubrir las necesidades de la Parroquia y compartir con los más necesitados. Sin embargo, la realidad es que no llegamos a más de 350€ en todas las colectas de todas las misas. Si dividimos entre el número de asistentes, el resultado es desolador, ni siquiera 25 céntimos por persona. Aquella mujer, la viuda del Evangelio de hoy, compartió lo poco que tenía y Jesús la puso como ejemplo y valoró muchísimo su generosidad.

Os invito a meditar esta semana, pensemos por un momento si nosotros compartimos con generosidad. La Iglesia está dando un testimonio impresionante en estos tiempos de crisis, atendiendo a muchísimas personas necesitadas. La generosidad de los católicos cordobeses está haciendo que se pueda socorrer muchas situaciones de pobreza extrema. Pero no podemos contentarnos con esto, debemos ser cada día más los que compartamos para poder lograr ayudar a muchas más personas. Confiemos en la Divina Providencia, porque frente a nuestra humilde generosidad el Señor no permitirá que nos falte lo necesario para vivir.

Que Dios os bendiga a todos. Feliz día del Señor. Feliz domingo. Tomás Pajuelo Romero. Párroco.

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martes, 6 de noviembre de 2012

La vía de la conciencia hacia Dios, según el beato John Henry Newman

"Siento a Dios dentro de mi corazón. Me siento en su presencia. Él me dice: haz esto, no hagas aquello. Podéis decirme que esta prescripción es solo una ley de mi naturaleza, como lo son el alegrarse o el entristecerse. No logro entenderlo. No, es el eco de una persona que me habla. Nada me convencerá que al final no provenga de una persona externa a mí. Esa voz lleva consigo la prueba de su origen divino. Mi naturaleza experimenta hacia eso un sentimiento como hacia una persona. Cuando le obedezco me siento satisfecho, cuando desobedezco me siento afligido, como lo que siento cuando hago feliz u ofendo a un amigo venerado. [...] el eco implica una voz, la voz remite a una persona que habla. A esa persona que habla, yo la amo y la temo"

Beato John Henry Newman (1801-1890),
expresando literariamente la máxima: pienso luego existo, y poseo conciencia, luego existe Dios

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sábado, 3 de noviembre de 2012

Hay que orar amando

XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Lecturas: Deuteronomio 6,2-6. // Salmo 18(17) // Carta a los Hebreos 7,23-28. // Evangelio según San Marcos 12,28b-34.

En el Evangelio de hoy presenciamos un diálogo entre Jesús y un letrado de la Ley, que le hace una pregunta clave al Señor: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” (Mc. 12, 28-34). Y al concluir este diálogo Jesús le hace un comentario final: “No estás lejos del Reino de Dios”.

Y en esta respuesta el Señor hace gala de una promesa anterior: “No creáis que yo vine a suprimir la Ley o los Profetas. No vine a suprimirla, sino a darle forma definitiva” (Mt. 5, 17).

Efectivamente, para responder a la pregunta, Jesús recordó un texto antiguo que nos trae la Primera Lectura tomada del Deuteronomio (Dt. 6, 2-6). Este libro es uno de los libros de la Ley antigua y la Primera Lectura contiene el texto que los judíos repetían dos veces al día como plegaria de la mañana y de la tarde, el cual comienza con la palabra: “Escucha” y continúa con el mandato: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas”.

Pero no se queda el Señor con el solo mandamiento de amar a Dios, sino que le da a éste un toque nuevo, agregando que hay un segundo mandamiento también: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Con esta novedad complementa el precepto antiguo, Jesús está cumpliendo lo que había dicho sobre la Ley de Moisés en el Sermón de la Montaña, cuando advirtió que no la eliminaría, sino que la completaría, dándole la forma final.

Sobre la necesidad de orar escuchando para poder hacer la Voluntad de Dios, también nos advierte el mismo Jesús: “No es el que me dice ¡Señor! ¡Señor! el que entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo” (Mt. 7, 21).

No hay que orar siempre pidiendo y pidiendo. Hay que orar amando. ¿Cómo oramos amando a Dios? Amar es darse. Debemos orar buscando darnos a Dios. Y ¿qué es darnos a Dios? Es entregarnos a los designios que El tiene para nuestra vida. Es aceptar su voluntad y buscar hacer su voluntad en todo. Eso es amar. Mejor que pedir esto o aquello, es decirle a Dios: me entrego a Ti, Señor, a lo que Tú tengas dispuesto. Guíame en tu camino para seguirte. Muéstrame tus deseos para cumplirlos.

La oración en escucha a Dios es indispensable para poder cumplir los mandatos exigentes y nada fáciles del Señor. De ahí que necesitemos ese “escuchar” a Dios, necesitemos experimentar su misericordia para con nosotros, para dejar que sea El Quien ame a través de nosotros, ya que por nosotros mismos no podemos amar.

Esta incapacidad de amar por nosotros mismos nos lo recuerda San Juan en su Evangelio y en sus Cartas:

“Este en mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como Yo los he amado” (Jn. 15, 12). “Amémonos los unos a los otros, porque el Amor viene de Dios. Todo el que ama conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es Amor ... El Amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que El nos amó primero” (1 Jn.4, 7-8 y 10). El Amor viene de Dios. Es decir: no podemos amar por nosotros mismos, sino que Dios nos capacita para amar. Es más: es Dios Quien ama a través de nosotros.

Pidamos hoy a Dios con todo el corazón que amemos de verdad, que le amemos de verdad a Él y al prójimo.

Feliz domingo a todos y que Dios os bendiga.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco.


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viernes, 2 de noviembre de 2012

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

Lecturas: Libro de la Sabiduría 3, 1-9 // Salmo 27(26),1.4.7.8.9.13-14. // Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-9. // Evangelio según San Mateo 25,31-46.

Queridos hermanos y hermanas:

Jesús abriendo las puertas del cieloSi ayer, solemnidad de todos los santos, contemplábamos con alegría a tantos y tantos hermanos nuestros que tras haber pasado de este mundo al Padre gozan ya de la gloria de Dios, hoy nos fijamos, con ánimo agradecido, en aquellos hermanos que, habiendo cruzado ya el umbral de la muerte, esperan de la misericordia divina la apertura para ellos de las puertas del reino.

Hoy hacemos nuestra oración y ofrecemos el sacrificio de la Misa por nuestros hermanos difuntos. “Es una idea piadosa y santa rezar por los difuntos para que sean liberados del pecado” (2 Mac 12,46). La oración por los difuntos, anclada en la más profunda tradición cristiana se funda, queridos hermanos, en dos hechos fundamentales de nuestra fe:

- En primer lugar, rezamos por nuestros difuntos porque creemos en la resurrección. Si no creyéramos en la resurrección sería inútil rezar por los muertos, dice el libro I de los Macabeos. San Pablo en su primera carta a los corintios también se hace eco del tema y dice: “Cristo ha resucitado de entre los muertos, como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte. Porque lo mismo que por un hombre vino la muerte, también por un hombre ha venido la resurrección de los muertos. Y como por su unión con Adán todos los hombres mueren, así también por su unión con Cristo, todos retornarán a la vida” (1 Cor 15,20-22).

- En segundo lugar, rezamos por los muertos porque creemos en la comunión de los santos. Según el concilio, “todos, aunque en grado y formas distintas, estamos unidos en fraterna caridad y cantamos el mismo himno de gloria a nuestro Dios. Porque todos los que son de Cristo y tienen su Espíritu crecen juntos y en El se unen entre sí, formando una sola Iglesia (cf. Ef., 4,16). Así que la unión de los peregrinos con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo, de ninguna manera se interrumpe; antes bien, según la constante fe de la Iglesia, se fortalece con la comunicación de los bienes espirituales” (LG 49). Nos sentimos unidos con los difuntos, y rezamos por ellos, al igual que ayer reconocíamos la intercesión de todos los santos por nosotros.
Por eso, cuando nos reunimos los cristianos para ofrecer la Eucaristía cada día, rezamos por todos los difuntos. La mejor obra de misericordia que podemos hacer por nuestros difuntos es ofrecer la Eucaristía por ellos. Es bastante curioso que cuando llega el mes de Noviembre, a partir de este dia de los Difuntos, son muchos los que vienen a la parroquia a pedir que se ofrezca la misa por sus difuntos. Es una costumbre piadosa y santa rezar por los difuntos, es muy loable ofrecer la Eucaristía por ellos. Es una obra que desde el comienzo de la Iglesia ha sido muy normal, pedir al sacerdote que ofrezca la Eucaristía por los difuntos. De hecho en la misma liturgia de la Eucaristía aparece un momento en el que está indicado pedir por uno o varios difuntos por los que se ofrezca la misa. Es también costubre inmemorial, que se ofrezca un donativo en acción de gracias cuando pedimos que se ofrezca la misa por los difuntos.

Es curioso que pasado este mes de noviembre, se nos olvidan nuestros difuntos, y muy pocos seguimos pidiendo que se ofrezca la misa por ellos. Es también cierto que, a pesar de todo, hay familias que cada mes, un día concreto piden que se celebre la Eucaristía por sus difuntos y lo hacen todos los meses. Pero estos son pocos.

Hoy especialmente pedimos por todos los difuntos que no tendrán familia que ore por ellos, hoy ejercemos nuestra vocación bautismal de pedir los unos por los otros y también por los difuntos.

Hoy celebramos la Eucaristía pidiendo que nos comprometamos a lo siguiente:

- Primero debe ser nuestro compromiso con la vida, que se funda en el amor que Dios nos tiene. El Dios vivo “no ha hecho la muerte, ni se complace en el exterminio de los vivos. Él lo creó todo para que subsistiese, y las criaturas del mundo son saludables” (Sab 1,13-14). El cristiano, en todo momento, bajo cualquier circunstancia, siempre, debe ser amigo de la vida, desde la concepción hasta su término natural.

- Nuestro segundo propósito debe ser hoy afianzar nuestra fe en la victoria de Jesucristo sobre la muerte. Y de ahí debe nacer un estilo nuevo en nuestra vida cristiana, un estilo animado siempre por la alegría de saber que Cristo es nuestra vida, que en él y por él todos estamos llamados a la vida. Que en él y por él todos podemos vencer a la muerte y a todos los ámbitos de muerte de nuestra existencia.

- En tercer lugar, hoy estamos invitados a vivir desde la esperanza. En tiempos recios y de crisis como los nuestros el cristiano debe brillar como luz en medio de las tinieblas, haciendo resplandecer la esperanza de una salvación nueva en Cristo Jesús, Salvador de todo el género humano. Así nos invita Benedicto XVI desde su encíclica Spe Salvi.

Que Dios os bendiga a todos. Tomás.

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miércoles, 31 de octubre de 2012

Apresurémonos hacia los hermanos que nos esperan

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Lecturas: Apocalipsis 7,2-4.9-14 // Salmo 24(23) // Epístola I de San Juan 3,1-3 // Evangelio según San Mateo 5,1-12a

Hoy quiero hacer mias estas palabras de S.Bernardo explicando la solemnidad de todos los Santos:

De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 2: Opera omnia, edición cisterciense, 5 [1968], 364-368 )

APRESURÉMONOS HACIA LOS HERMANOS QUE NOS ESPERAN

¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma solemnidad que celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo.

El primer deseo que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su compañía, tan deseable, y de llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados, de convivir con la asamblea de los patriarcas, con el grupo de los profetas, con el senado de los apóstoles, con el ejército incontable de los mártires, con la asociación de los confesores, con el coro de las vírgenes, para resumir, el de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención.

Despertémonos, por fin, hermanos; resucitemos con Cristo, busquemos las cosas de arriba, pongamos nuestro corazón en las cosas del cielo. Deseemos a los que nos desean, apresurémonos hacia los que nos esperan, entremos a su presencia con el deseo de nuestra alma. Hemos de desear no sólo la compañía, sino también la felicidad de que gozan los santos, ambicionando ansiosamente la gloria que poseen aquellos cuya presencia deseamos. Y esta ambición no es mala, ni incluye peligro alguno el anhelo de compartir su gloria.

El segundo deseo que enciende en nosotros la conmemoración de los santos es que, como a ellos, también a nosotros se nos manifieste Cristo, que es nuestra vida, y que nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria. Entretanto, aquel que es nuestra cabeza se nos representa no tal como es, sino tal como se hizo por nosotros, no coronado de gloria, sino rodeado de las espinas de nuestros pecados. Teniendo a aquel que es nuestra cabeza coronado de espinas, nosotros, miembros suyos, debemos avergonzarnos de nuestros refinamientos y de buscar cualquier púrpura que sea de honor y no de irrisión. Llegará un día en que vendrá Cristo, y entonces ya no se anunciará su muerte, para recordarnos que también nosotros estamos muertos y nuestra vida está oculta con el. Se manifestará la cabeza gloriosa y, junto con él, brillarán glorificados sus miembros, cuando transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante a la cabeza, que es él.

Deseemos, pues, esta gloria con un afán seguro y total. Mas, para que nos sea permitido esperar esta gloria y aspirar a tan gran felicidad, debemos desear también en gran manera la intercesión de los santos, para que ella nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas.


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martes, 30 de octubre de 2012

Aviso: Precepto en la Solemnidad de Todos los Santos y horarios de misas en el día de los Fieles Difuntos

El día 1 de noviembre, Solemnidad de Todos los Santos y día de precepto, se celebrará la Santa Misa a las 10h, 12h y 20h, como todos los domingos.

El día 2 de noviembre, con motivo de la celebración del día de los Fieles Difuntos se celebrará la Santa Misa en nuestra parroquia a las 18'00 h. y a las 20'00 h.

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La Presencia Real de Jesucristo en el Sacramento de la Eucaristía (XIV): Conclusión

Por su Presencia Real en la Eucaristía, Cristo cumple con su promesa de estar con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28:20). Como escribió S. Tomás de Aquino, “Es la ley de la amistad que los amigos deban vivir juntos... Cristo no nos ha dejado sin su presencia corpórea en este nuestro peregrinaje, sino que nos une a Sí mismo en este sacramento en la realidad de su cuerpo y su sangre” ( Summa Theologiae, III q. 75, a. 1). Con este don de la presencia de Cristo en medio de nosotros, la Iglesia es verdaderamente bendita. Como Jesús dijo a sus discípulos, refiriéndose a su presencia entre ellos, “yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron” (Mt 13:17). En la Eucaristía, la Iglesia a la vez recibe la ofrenda de Jesucristo y da profundas gracias a Dios por tal bendición. Esta acción de gracias es la única respuesta adecuada, pues mediante esta ofrenda de sí mismo en la celebración de la Eucaristía, bajo la apariencia de pan y de vino, Cristo nos da la ofrenda de la vida eterna.

Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. . . . Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí. (Jn 6:53-57)

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