sábado, 27 de noviembre de 2010

«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor»

I DOMINGO DE ADVIENTO

Lecturas: Isaías 2, 1-5 // Salmo 121 // Romanos 13, 11-14 // Lucas 24, 37-44

Queridos hermanos y hermanas:

Virgen María velandoComenzamos este domingo el tiempo de ADVIENTO, y con él un año litúrgico nuevo. Para nosotros los cristianos el año litúrgico empieza el primer domingo de adviento; el año civil empezará el uno de enero. Al empezar un año nuevo cambia el ciclo de lecturas en la misa dominical, actualmente estamos en el ciclo C y comenzaremos este domingo el ciclo A. La liturgia distribuye las lecturas de cada domingo en tres ciclos A, B y C. En cada uno de ellos escuchamos un evangelista distinto y contiene lecturas distintas. El ciclo diario se distribuye en dos: años pares y años impares. De tal manera que cuando participamos en la Eucaristía todos los días y todos los domingos, al pasar cinco años hemos escuchado el 90% de la Biblia. Se ha proclamado casi íntegramente toda la Palabra de Dios.

El Adviento tiene algunas características litúrgicas especiales: el color morado, signo de austeridad y preparación interior, “la corona de adviento” como camino de preparación a la Navidad, no se canta el aleluya, nos fijamos en dos figuras importantes: La Virgen María y San Juan Bautista. La actitud fundamental del Adviento es la ESPERANZA.

El adviento es tiempo de espera, espera esperanzada, es desear fervientemente que Cristo habite en nuestros corazones y por lo tanto debemos prepararnos interiormente para que esto suceda. Por desgracia, en nuestros días, la Navidad ha pasado a ser una fiesta del consumo y del derroche. Nuestra sociedad ha procurado, con el beneplácito de muchos cristianos, retirar toda referencia a Cristo. Hemos caído en la terrible paradoja de celebrar la Navidad, conmemoración del nacimiento de Jesucristo el Hijo de Dios, quitando toda referencia a Jesús. Es como si celebramos la fiesta de cumpleaños de nuestros hijos y no los invitamos, ni los nombramos y ni siquiera los hacemos partícipes. ¿Absurdo verdad?

Para la Iglesia, este tiempo es un tiempo de Gracia, es una oportunidad para convertir nuestras vidas y abrir nuestros corazones a la presencia santificadora de Dios. Dios, hace 2010 años nació en Belén, preparó el corazón de la Virgen María, preservándola del pecado original, haciéndola Inmaculada en su Concepción, para que fuese la digna Madre de su Hijo, Jesús. De igual modo, Dios quiere que nosotros eliminemos todo pecado de nuestros corazones para poder habitar en ellos. El Adviento supone limpiar nuestro interior para convertirlo en el “portal de Belén” para que Dios nazca en él. Sencillo, humilde, pero limpio.

Esperar al Señor que viene, pero esperar con ilusión, esperar activamente, haciendo todo lo posible para erradicar el pecado de nuestras vidas. Es la espera de María, que sabe que en pocos días va a dar a luz. Las madres entenderéis perfectamente esta espera. Llena de alegría, a la vez preocupación. Llena de gozo e ilusión y a la vez temor por el parto. En definitiva, sentimientos encontrados pero deseados.
Esta debería ser nuestra actitud en el adviento, gozo porque el Señor quiere nacer en nuestros corazones, preocupación por no saber si seremos capaces de cambiar nuestras vidas. Alegría e ilusión por la Navidad y a la vez temor de volver a caer en la misma rutina de nuestro pecado y no ofrecer a Dios el corazón limpio y ordenado que se merece.

Quiero, este domingo, pedirle de una manera especial a la Virgen María, que inunde nuestras vidas con el deseo y la actitud que ella vivió entregándose a Dios completamente. Que este tiempo de adviento y la posterior celebración de la Navidad no se quede un año más, en lo externo, en la juerga, en las comidas, en los regalos…, todo eso tiene sentido en cuanto que sea expresión de la alegría que supone vivir a Cristo, recordar a Cristo, celebrar al Señor.

Tomás Pajuelo Romero. Párroco

0 comentarios:

Publicar un comentario