Lecturas: Sabiduría 11, 22-12, 2 // Salmo 144 // 1ª Tesalonicenses 1, 11-2, 2 // Lucas 19, 1-10
Queridos hermanos y hermanas:
La Palabra de Dios que se proclama este domingo nos viene a recordar una de las virtudes infinitas de Dios para con nosotros: La Misericordia.
Es algo que olvidamos fácilmente, actuamos en la vida sin confiar en la infinita misericordia de Dios. Él siempre está dispuesto a la Misericordia y al Perdón, nosotros debemos acudir a recibir ese perdón, no podemos avanzar en nuestra vida cristiana cargados de pecados, viviendo como si no fuésemos cristianos, sin oración, sin vida sacramental, sin caridad, etc., y además no sentirnos necesitados del Perdón de Dios por esta forma de vida. Jugamos con ventaja, Dios siempre nos perdona. Sea cual sea nuestro pecado, Dios siempre está dispuesto a perdonar. El evangelio de hoy nos presenta a Zaqueo, hombre pecador, publicano, egoísta,… que se encuentra en su vida cara a cara con Jesús.
La Palabra de Dios que se proclama este domingo nos viene a recordar una de las virtudes infinitas de Dios para con nosotros: La Misericordia.
Es algo que olvidamos fácilmente, actuamos en la vida sin confiar en la infinita misericordia de Dios. Él siempre está dispuesto a la Misericordia y al Perdón, nosotros debemos acudir a recibir ese perdón, no podemos avanzar en nuestra vida cristiana cargados de pecados, viviendo como si no fuésemos cristianos, sin oración, sin vida sacramental, sin caridad, etc., y además no sentirnos necesitados del Perdón de Dios por esta forma de vida. Jugamos con ventaja, Dios siempre nos perdona. Sea cual sea nuestro pecado, Dios siempre está dispuesto a perdonar. El evangelio de hoy nos presenta a Zaqueo, hombre pecador, publicano, egoísta,… que se encuentra en su vida cara a cara con Jesús.
Si nos fijamos detenidamente en el evangelio de hoy podemos ver los pasos de una verdadera conversión que nace del encuentro personal y sincero con Jesús. Zaqueo es un publicano, para el pueblo de Israel era considerado publicano todo aquel que no practicaba la fe, que vivía sin cumplir los mandamientos, sin acudir al templo, sin importarle agradar a Dios y cumplir con sus obligaciones como buen israelita. Creo que a muchos de nuestros cristianos de hoy, según está definición, podríamos llamarles publicanos. Es verdad que se declaran creyentes pero su vida no tiene que ver nada con la vida que exige la fe.
Zaqueo, es rico, humanamente tiene todo, tiene poder, tiene posición social… pero algo en su interior le dice que no tiene la verdadera felicidad y que ese extranjero que ha llegado a su ciudad, Jesús, puede darle algo nuevo. Movido por esa esperanza, se acerca a buscar a Jesús, quiere verlo, quiere conocer al que es, según ha oído, el Mesías. Zaqueo es bajito, no tiene un gran físico por eso se las ingenia para subirse a una higuera y desde allí poder ver bien a Jesús, poder acercarse a él.
Fijaos que Zaqueo hace todo lo posible por ver a Jesús, todo parece que está en contra de él, su estatura, el gentío. Zaqueo no se rinde, tiene deseo de ver a Jesús y hace todo le que puede por su parte para conseguirlo. Podemos pensar en nuestra vida, quizás también a nosotros tengamos cosas que nos impiden ver al Señor, acercarnos a Él: prejuicios, riquezas, respetos humanos, fe débil, etc. Zaqueo tenía algo muy importante: “Deseo sincero de encontrarse con Jesús”. A nosotros quizás nos faltan esas ganas, porque cuando algo nos interesa de verdad hacemos todo lo posible por conseguirlo.
Zaqueo hizo todo lo que pudo por ver a Cristo, y Jesús premió ese deseo. Cuando pasó a su lado le dijo: “baja, hoy me hospedaré en tu casa”. Imaginaos el momento, Zaqueo se conformaba con ver a Jesús y Jesús le dice, nada más y nada menos, que va a hospedarse en su casa, que va a vivir con él esos días. Me imagino que la felicidad de Zaqueo en ese momento fue inmensa e indescriptible.
Lo recibe en casa, le ofrece lo mejor que tiene y es tal la fuerza de ese encuentro entre Zaqueo y Jesús, que cambia de raíz su vida. Zaqueo siente que la vida que tenía antes no le llenaba y que la cercanía del Señor a colmado de felicidad su existencia. Se levanta y comienza su conversión, deja todo lo que hacía hasta ese momento, remedia todo el pecado que ha cometido, todas las fechorías que había hecho y comienza la vida de un verdadero creyente: generosidad, justicia, misericordia,…
Si nosotros deseamos de verdad encontrarnos con Jesús, si hacemos todo lo posible por nuestra parte par acercarnos a él, si nuestro corazón vibre por su cercanía… Entonces, Jesús no pasará de largo, entrará en nuestros corazones. Cada domingo el Señor nos dice: ”hoy voy a alojarme en tu corazón, hoy quiero hacerme uno contigo en la comunión”. Si le abrimos nuestro corazón, lo limpiamos para él y deseamos con fe su encuentro entonces el Señor llenará de plenitud nuestras vidas.
Pero el miedo que tenemos es el cambio de vida que nos exige ese encuentro real con Cristo. Cuando uno se encuentra con el Señor, cuando Dios entra en su vida, la vida ya no puede ser la misma, se transforma. Se convierte en una vida llena de sentido pero también de exigencia. Zaqueo no es el mismo después de encontrarse con Cristo, da pasos concretos que demuestran su fe, su amor a Cristo. Cambia radicalmente. Comienza a vivir los mandamientos. No podemos decir que creemos en Cristo, que lo amamos, que nos encontramos con Él frecuentemente, si luego nuestra vida sigue siendo la misma, si en nuestras obras y palabras no se nota nada del amor de Dios. No podemos afirmar nuestra fe en Jesús si nuestras obras y nuestra vida no lo demuestran. No podemos ser cristianos “no practicantes”, ¡qué tontería más grande! La vida en Cristo es vida en toda su grandeza y en todos los aspectos. Vida de felicidad, de alegría, de esperanza.
Zaqueo encontró la felicidad y el sentido de su vida. El Señor nos ofrece a nosotros lo mismo. ¡No tengáis miedo de abrir vuestros corazones a Cristo! ¡El os colmará de felicidad!
Que Dios os bendiga.
Zaqueo, es rico, humanamente tiene todo, tiene poder, tiene posición social… pero algo en su interior le dice que no tiene la verdadera felicidad y que ese extranjero que ha llegado a su ciudad, Jesús, puede darle algo nuevo. Movido por esa esperanza, se acerca a buscar a Jesús, quiere verlo, quiere conocer al que es, según ha oído, el Mesías. Zaqueo es bajito, no tiene un gran físico por eso se las ingenia para subirse a una higuera y desde allí poder ver bien a Jesús, poder acercarse a él.
Fijaos que Zaqueo hace todo lo posible por ver a Jesús, todo parece que está en contra de él, su estatura, el gentío. Zaqueo no se rinde, tiene deseo de ver a Jesús y hace todo le que puede por su parte para conseguirlo. Podemos pensar en nuestra vida, quizás también a nosotros tengamos cosas que nos impiden ver al Señor, acercarnos a Él: prejuicios, riquezas, respetos humanos, fe débil, etc. Zaqueo tenía algo muy importante: “Deseo sincero de encontrarse con Jesús”. A nosotros quizás nos faltan esas ganas, porque cuando algo nos interesa de verdad hacemos todo lo posible por conseguirlo.
Zaqueo hizo todo lo que pudo por ver a Cristo, y Jesús premió ese deseo. Cuando pasó a su lado le dijo: “baja, hoy me hospedaré en tu casa”. Imaginaos el momento, Zaqueo se conformaba con ver a Jesús y Jesús le dice, nada más y nada menos, que va a hospedarse en su casa, que va a vivir con él esos días. Me imagino que la felicidad de Zaqueo en ese momento fue inmensa e indescriptible.
Lo recibe en casa, le ofrece lo mejor que tiene y es tal la fuerza de ese encuentro entre Zaqueo y Jesús, que cambia de raíz su vida. Zaqueo siente que la vida que tenía antes no le llenaba y que la cercanía del Señor a colmado de felicidad su existencia. Se levanta y comienza su conversión, deja todo lo que hacía hasta ese momento, remedia todo el pecado que ha cometido, todas las fechorías que había hecho y comienza la vida de un verdadero creyente: generosidad, justicia, misericordia,…
Si nosotros deseamos de verdad encontrarnos con Jesús, si hacemos todo lo posible por nuestra parte par acercarnos a él, si nuestro corazón vibre por su cercanía… Entonces, Jesús no pasará de largo, entrará en nuestros corazones. Cada domingo el Señor nos dice: ”hoy voy a alojarme en tu corazón, hoy quiero hacerme uno contigo en la comunión”. Si le abrimos nuestro corazón, lo limpiamos para él y deseamos con fe su encuentro entonces el Señor llenará de plenitud nuestras vidas.
Pero el miedo que tenemos es el cambio de vida que nos exige ese encuentro real con Cristo. Cuando uno se encuentra con el Señor, cuando Dios entra en su vida, la vida ya no puede ser la misma, se transforma. Se convierte en una vida llena de sentido pero también de exigencia. Zaqueo no es el mismo después de encontrarse con Cristo, da pasos concretos que demuestran su fe, su amor a Cristo. Cambia radicalmente. Comienza a vivir los mandamientos. No podemos decir que creemos en Cristo, que lo amamos, que nos encontramos con Él frecuentemente, si luego nuestra vida sigue siendo la misma, si en nuestras obras y palabras no se nota nada del amor de Dios. No podemos afirmar nuestra fe en Jesús si nuestras obras y nuestra vida no lo demuestran. No podemos ser cristianos “no practicantes”, ¡qué tontería más grande! La vida en Cristo es vida en toda su grandeza y en todos los aspectos. Vida de felicidad, de alegría, de esperanza.
Zaqueo encontró la felicidad y el sentido de su vida. El Señor nos ofrece a nosotros lo mismo. ¡No tengáis miedo de abrir vuestros corazones a Cristo! ¡El os colmará de felicidad!
Que Dios os bendiga.
Tomás Pajuelo Romero. Párroco
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