Lecturas: Carta II de San Pablo a los Corintios 4,7-15 // Salmo 126(125) // Evangelio según San Mateo 20,20-28
Queridos hermanos y hermanas:
En mitad del verano, en este mes de julio, celebramos la Solemnidad del Apóstol Santiago, patrono de España. Es una fiesta que ha sido civilmente quitada en el calendario laboral pero que para la Iglesia sigue siendo Solemnidad. ¿Cómo nace la tradición del Apóstol Santiago en España? Intento explicarlo:
Según la tradición, a España, provincia del Imperio, viene Santiago el Mayor, uno de los hijos del Zebedeo, el hermano de Juan. De carácter fuerte y ambicioso, arrebatado, Hijo del Trueno, y predilecto del Señor. Hispania, culturizada por Roma, se había enriquecido con un cruce de colonizaciones y civilizaciones. Desde la Hesperia de los griegos y la Iberia de los cartagineses hasta de nuevo la Hispania romana, de vuelta al nombre de los fenicios, seguidores de los reyes del mito, Gerión, Gárgoris y Habidis, su hijo incestuoso, amamantado por las ciervas del monte, como Rómulo y Remo por la loba de Roma, los iberos de Africa, antes de Argantonio, ya habían dado a nuestra patria el nombre primigenio de Iberia, como hija del padre Ebro, máximo exponente de la tierra. Del centro y del norte de Europa, llegaron después los celtas, hombres rubios y algo más refinados, en contraste con los africanos, que eran morenos y fuertes. Del mestizaje de los dos pueblos nacerán los celtíberos, que darán el nombre a Celtiberia. Los griegos también colonizan a Iberia, antes de que vengan los romanos e integren la península como Hispania, constituida ya colonia romana. Este cruce de invasiones dio lugar a un enjambre de paganismo y de religiones, necesitadas de evangelio y difíciles para recibirlo.
A este campo duro de siembra llega Santiago, y aquí, lejos de Oriente, en el "finis terrae" y confín del "mare tenebrosum", donde acaba la tierra, sembró las primeras semillas de las que brotaron los siete varones apostólicos, todos ungidos obispos de las primeras comunidades cristianas de España, que prepararán la gran gesta y la mayor evangelización de los nuevos pueblos de América, donde después de 1.500 años, España dejará la fe, la lengua, las costumbres y hasta el nombre de algunas ciudades, como Santiago de los Caballeros en la República Dominicana, Santiago en Cuba, en Brasil, en Panamá, en Costa Rica, en Paraguay, en Perú y en Chile.
Sudor y zozobra. Angustia y desamparo. Tanto sufría Santiago que María, la madre del Señor, compadecida de la soledad del Apóstol y, seguramente con la recomendación de su hermano Juan, y su “hijo”, vino en carne mortal a Zaragoza, la Cesaraugusta de nombre imperial, situada en la orilla del Ebro, a confortar su espíritu, según mantiene la vieja y arraigada tradición. María fortaleció su corazón solitario, su siembra al parecer estéril, la tortura del Reino que no cuajaba. No hay soledad mayor que la del que habla un lenguaje que no es comprendido, ni él mismo comprende el lenguaje y la vida de aquellos a quienes trae la Vida, porque se expresan en códigos diferentes. Su siembra dolorosa fue fecunda: Santiago introdujo a María en España y España introducirá a María igualmente en América y con ella la fe, hoy tan firme y floreciente. Vuelto a Jerusalén, "el rey Herodes lo hizo decapitar para complacer a los judíos". A los que seguimos sembrando nos fortalece el pensar y ver que es verdad que el grano sembrado en tierra da mucho fruto, viendo la cosecha de la predicación del Apóstol, que parecía inútil.
Según el Codex Calixtinus del siglo XII, y la Leyenda aurea del siglo XIII, los discípulos del santo transportaron su cuerpo por mar hasta Galicia, y lo depositaron cerca de la ciudad romana Iria Flavia. Otra tradición hace protagonistas a los monjes andaluces que, huyendo de la invasión musulmana, subieron hacia arriba, llevando consigo los huesos de Santiago. Pero el hecho de la evangelización de España por Santiago consta ya en el Breviarium Apostolorum del siglo VII. Su sepulcro, como el de Jesús en Jerusalén, en las Cruzadas, y el de Pedro y Pablo en Roma, en las romerías, se convirtió en lugar de peregrinación, para conseguir el perdón atravesando el Pórtico de la Gloria del maestro Mateo. Allí nació Europa, y allí tiene sus raíces. A recobrar esas raices de su evangelización convocó Juan Pablo II a Europa, en el año 1982: "Europa, se tú misma". Venían de Europa los peregrinos, trasvasando fe, cultura y fraternidad. Con las multitudes vinieron también personajes como Carlomando y el Poverello de Asís. Desde Somport a Roncesvalles, llegando hasta Puente la Reina en Navarra, la tierra riojana, y la castellana hasta arribar por fin en Galicia, a Santiago, Campo de estrellas. Decían los alemanes: Grande fue nuestra devoción en Roma ante San Pedro y San Pablo, pero la mayor la sentimos ante el sepulcro de Santiago en Compostela. “Señor Santiago, Divino Santiago, adelante, arriba, Dios nos ayude”.
Bien puede decir Santiago con Pablo que "el tesoro de la fe lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros". Por eso aunque "nos aprietan por todos lados, no nos aplastan". Y si "nos entregan a la muerte por causa de Jesús, es para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal" 2 Corintios 4,7. Como a él lo entregaron a la muerte, también a nosotros. Por tres veces fue corregido por Jesús: En Samaría, cuando quería hacer llover fuego de destrucción. Cuando interpuso la mediación de su madre pidiendo el puesto más apetecible a su entender. Cuando en Getsemaní, se durmió mientras Jesús agonizaba: “¿No habéis podido velar una hora conmigo?”.
Con el martirio de Santiago se cumple la palabra profética de Jesús: "Beberéis mi cáliz". Se lo dijo cuando estaba lejos de desear la muerte, sino un cargo sobresaliente en el reino de Jesús, concebido a la manera humana, en competencia con Pedro, quien, con su hermano Juan, eran los tres predilectos de Jesús: Les había elegido para que vieran la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración y su oración en el Huerto. Les había elegido como amigos intimos suyo para predicar el Reino. Ellos no sabían cuál sería su futuro, pero si sabían cual era su obligación: llevar el evangelio a todo el mundo.
Santiago, en la debilidad porque no ve fruto a su labor predicadora, acude a la Virgen María y ella se le aparece como Pilar de la Fe. Aprendamos de los Apóstoles, cuando se nos haga cuesta arriba vivir la fe, vivir el Evangelio, acudamos a la Virgen María. Ella siempre estará ahí para darnos su apoyo y su amor maternal.
No dudemos nunca que Jesús estará con nosotros hasta el final de los tiempos. No dudemos que Jesús es el verdadero Tesoro, cómo decíamos este domingo, que puede cambiar nuestra existencia. Procuremos que la fe Católica, que desde tantos siglos se vive en España, no desaparezca. Es nuestra responsabilidad mantener viva la fe, la verdad, en nuestra sociedad. Hemos recibido una tradición que debemos transmitir con responsabilidad y alegría. Que Dios os bendiga.
Tomás Pajuelo. Párroco
0 comentarios:
Publicar un comentario